Maud se levanta a la hora acordada deseando que el día se
pase lo más rápido posible. Mientras se pone lo primero que encuentra en el
armario observa como un pequeño sinsajo se posa en la repisa de la ventana de
su habitación.
“Que extraordinarios son los sinsajos”- piensa Maud,
animada, mientras mira como el pajarillo picotea la repisa buscando algo que
comer.- “Sus antepasados; los charlejos, sobrevivieron al horrible destino al
que los había condenado él Capitolio, y no solo eso, sino
que además los rebeldes aprovecharon las habilidades de estos hermosos
pajarillos para hacer llegar información falsa al otro bando, burlándose así de
sus enemigos.”
Maud se ríe con ganas recordando las historias que su padre
le cuenta sobre esos años. Por desgracia, el hermano de su padre pago caro ser
uno de los líderes de la revolución. Maud todavía llora de impotencia cuando
recuerda como fue ajusticiado su tío dos años después de que el Capitolio
acabara con las revueltas. Ella todavía era una niñita cuando su tío; Josef,
fue ahorcado por traición en medio de la plaza del distrito 7. Al recordarlo,
una sensación de frio le recorre la espalda y Maud se encoge en el suelo de su
habitación intentando apartar los recuerdos de su mente. Sin embargo, cuando
está a punto de caer en el pozo depresivo del que tanto le costó salir hace
unos años encuentra el colgante de piñones que Mikel le había regalado el día
de la cosecha. Se había olvidado completamente de él y lo había dejado tirado
en el suelo junto con la ropa del primer día, ¿cómo podía haber sido tan
descuidada? Lo recoge con delicadeza del suelo y lo aprieta contra el pecho. Él
fuerte olor que desprenden los piñones del colgante recuerda a Maud que no
puede dejarse llevar por el dolor, que tiene que volver a casa y cuidar de sus
hermanos más pequeños, que sin ella toda su familia está perdida y que si se
dejaba llevar por el dolor, jamás volvería al mundo de los vivos. No, esta vez
no podía permitírselo. Acerco una última vez el hermoso collar de piñones a la
cara, para poder aspirar su fuerte perfume y luego, decidida, lo guardo y salió
al comedor.
-Menos mal que apareces, pensábamos que te ibas saltar el
desayuno. – bromea Aitor cuando Maud entra en el comedor.
-Si hombre, y perderme todos estos manjares. – Dice Maud
sonriendo, mientras señala la enorme mesa del comedor, que rebosa comida.
-Pues vas a tener que comer rápido. Van a ser las diez y
quiero que tengáis cada uno cinco horas con Rose y cinco conmigo.- dice Pierre
muy serio.
-Vamos Pierre, no te enojes. – Dice Aitor y luego, medio en
broma, añade- No ves que Maud es capaz de engullir media mesa en dos minutos.
-No es cierto. Eres un exagerado- protesta Maud al ver como
Aitor se parte de risa. Luego, coge un plato, se sirve un montón de comida y la
engulle lo más rápido posible para no enfadar más a Pierre.
-Bueno, puedes tomártelo con un poco más de tranquilidad. No
queremos que nuestra estrella se nos ahogue antes de las entrevistas. – Dice Pierre
con un toque de humor mientras observa a Maud comer.
-Bueno, ¿y quien empieza contigo?- pregunta Aitor, mientras apura
el ultimo pedazo de pan.
- Tu conmigo y Maud con Rose. Ya que has terminado, podemos
empezar ya- responde Pierre.
Aitor se levanta de la mesa y se va con Pierre. Justo cuando
salen, aparece Rose en el comedor y Maud, que ya había terminado de desayunar,
se levanta y se va con Rose a otra habitación.
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