Todas las miradas se clavan en ella. Esta pálida y se siente mareada, pero lucha por recomponerse mientras comienza a dar pasos hacía el escenario. Todos se apartan a su paso dejándole el camino libre. En un momento dado teme desmayarse pero respira hondo varias veces y continúa su trayecto. Cuando llega a las escaleras ve como Pierre se acerca y la ayuda a subir al escenario. Rose le pasa un brazo por el hombro mientras dice:
-Bueno, aquí tenemos al tributo femenino de este año.
La gente del distrito comienza a aplaudir mientras Rose
sujeta la mano de Maud y la levanta como si fuera ya la campeona.
-Grande, grande. ¡Esta chica llegara muy lejos, ya lo veréis!-
dice Rose con una amplia sonrisa mientras se acerca a la urna de los chicos.
Maud se frota las manos, a la vez que busca a su familia con
la mirada. No le preocupa en absoluto quién será el tributo masculino de su
distrito puesto que ella no se relaciona con sus compañeros más jóvenes. ¿Para
qué? ¿Para verlos muertos en los juegos?
-Bueno amigos, veamos que nos puede ofrecer el tributo
masculino- dice la señorita Timber mientras rebusca en la urna. Finalmente saca
una papeleta, la desdobla y lee- Aitor Garayoa.
“Aitor Garayoa”
El nombre resuena en la cabeza de
Maud mientras busca en su memoria algún recuerdo sobre él. Es un chico alto y moreno, con unos enormes
ojos castaños y una tez bastante oscura. Es fuerte y hábil con el hacha.
“va ser un tributo duro de pelar”-
piensa fugazmente Maud mientras le observa subir al escenario.- “Desde luego,
si quiero ganar tengo que recopilar toda la información posible sobre él. Sobre
él y sobre los demás tributos. No puedo permitirme perder, tengo demasiados
hermanos hambrientos, que comen únicamente de los arboles que talamos mi padre
y yo.”
Al terminar las presentaciones los
dos tributos son llevados al edificio de justicia y Maud se mete en la habitación de la derecha y
se sienta en el sofá de terciopelo anaranjado que hay en la habitación. Espera
con la mirada perdida a que llegue el suplicio de tener que despedirse de su familia,
pero le sorprende que el primero que entre en la habitación sea Mikel Welling;
el mejor talador de arboles del distrito, bueno, el mejor después de Maud.
-Maud, no puedes rendirte- dice
arrodillándose frente a ella- Eres la mejor con el hacha, incluso sabes luchar
con ella. Te he visto practicar.
-Nunca entrene en serio, sólo
jugaba con el hacha.- responde con la mirada todavía pérdida, sin apenas
mirarle- además, están los profesionales. A ellos nunca les ganare.
Mike parece desesperado, el sudor
le corre por la frente y se frota las manos compulsivamente.
-No ganan siempre los profesionales.
Al menos, prométeme que lo intentaras-dice desesperadamente mientras saca algo
del bolsillo.
Un hermoso collar hecho de piñones
hace que Maud finalmente deje de mirar al abismo y con una breve sonrisa recoja
el collar que le ofrece Mike.
-¿Por qué lo haces Mike?- dice Maud
mirando el colgante que tiene entre las manos.
-porque no te quiero ver morir en
la arena- dice Mike mirando fijamente a Maud, a la vez que se frota las manos,
cada vez con más frenesí.
Sus miradas se cruzan durante un
segundo y la cara de Maud se descompone en una mueca de angustia.
-Yo tampoco, Mike. Yo tampoco…
De repente dos agentes de la paz se
asoman y anuncian que se le ha acabado el tiempo de Mike.
Este se levanta para irse, pero
antes aprieta con fuerza la mano de Maud y dice:
-Nos vemos al final de los juegos.
Y se va.
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