jueves, 7 de junio de 2012

El colgante de piñones





Todas las miradas se clavan en ella.  Esta pálida y se siente mareada, pero lucha por recomponerse mientras comienza a dar pasos hacía el escenario. Todos se apartan a su paso dejándole el camino libre. En un momento dado teme desmayarse pero respira hondo varias veces y continúa su trayecto. Cuando llega a las escaleras ve como Pierre se acerca y la ayuda a subir al escenario. Rose le pasa un brazo por el hombro mientras dice:

-Bueno, aquí tenemos al tributo femenino de este año.
La gente del distrito comienza a aplaudir mientras Rose sujeta la mano de Maud y la levanta como si fuera ya la campeona.
-Grande, grande. ¡Esta chica llegara muy lejos, ya lo veréis!- dice Rose con una amplia sonrisa mientras se acerca a la urna de los chicos.
Maud se frota las manos, a la vez que busca a su familia con la mirada. No le preocupa en absoluto quién será el tributo masculino de su distrito puesto que ella no se relaciona con sus compañeros más jóvenes. ¿Para qué? ¿Para verlos muertos en los juegos?
-Bueno amigos, veamos que nos puede ofrecer el tributo masculino- dice la señorita Timber mientras rebusca en la urna. Finalmente saca una papeleta, la desdobla y lee- Aitor Garayoa.
“Aitor Garayoa”
El nombre resuena en la cabeza de Maud mientras busca en su memoria algún recuerdo sobre él.  Es un chico alto y moreno, con unos enormes ojos castaños y una tez bastante oscura. Es fuerte y hábil con el hacha.
“va ser un tributo duro de pelar”- piensa fugazmente Maud mientras le observa subir al escenario.- “Desde luego, si quiero ganar tengo que recopilar toda la información posible sobre él. Sobre él y sobre los demás tributos. No puedo permitirme perder, tengo demasiados hermanos hambrientos, que comen únicamente de los arboles que talamos mi padre y yo.”
Al terminar las presentaciones los dos tributos son llevados al edificio de justicia y  Maud se mete en la habitación de la derecha y se sienta en el sofá de terciopelo anaranjado que hay en la habitación. Espera con la mirada perdida a que llegue el suplicio de tener que despedirse de su familia, pero le sorprende que el primero que entre en la habitación sea Mikel Welling; el mejor talador de arboles del distrito, bueno, el  mejor después de Maud.
-Maud, no puedes rendirte- dice arrodillándose frente a ella- Eres la mejor con el hacha, incluso sabes luchar con ella. Te he visto practicar.
-Nunca entrene en serio, sólo jugaba con el hacha.- responde con la mirada todavía pérdida, sin apenas mirarle- además, están los profesionales. A ellos nunca les ganare.
Mike parece desesperado, el sudor le corre por la frente y se frota las manos compulsivamente.
-No ganan siempre los profesionales. Al menos, prométeme que lo intentaras-dice desesperadamente mientras saca algo del bolsillo.
Un hermoso collar hecho de piñones hace que Maud finalmente deje de mirar al abismo y con una breve sonrisa recoja el collar que le ofrece Mike.
-¿Por qué lo haces Mike?- dice Maud mirando el colgante que tiene entre las manos.
-porque no te quiero ver morir en la arena- dice Mike mirando fijamente a Maud, a la vez que se frota las manos, cada vez con más frenesí.
Sus miradas se cruzan durante un segundo y la cara de Maud se descompone en una mueca de angustia.
-Yo tampoco, Mike. Yo tampoco…
De repente dos agentes de la paz se asoman y anuncian que se le ha acabado el tiempo de Mike.
Este se levanta para irse, pero antes aprieta con fuerza la mano de Maud y dice:
-Nos vemos al final de los juegos.
Y se va.


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