martes, 12 de junio de 2012

Los Avox









Al terminarse el desfile todos van hacia el centro de entrenamiento. Aitor y Maud se montan en el ascensor junto con los demás y suben hasta la séptima planta. Ella estaba impresionada por la velocidad en que subían. Además, las paredes de cristal hacían que su rapidez fuera todavía más impresionante. Cuando llegan arriba cada uno va a su habitación para arreglarse y Maud decide ducharse antes de la cena. Por desgracia al tocarle a uno de los miles de botones que tiene la ducha empieza a salir un mejunje naranja y es incapaz de pararlo hasta que llega una criada vestida de rojo y presiona un par de botones, haciendo que de la ducha salga de nuevo agua templada junto con un jabón sencillo. La chica hace una reverencia y se va. Maud suspira, pensaba que no podría parar la ducha. Se termina de lavar y se pone lo primero que pilla en el armario de su nueva habitación. Mientras se viste piensa en lo doloroso que debe ser que alguien te corte la lengua y en lo horrible que será pasarte la vida atendiendo a los tributos que tiene que morir en la arena, y además, por si eso fuera poco, también te castigan sin poder hablar con nadie. Se supone que los Avox son una especie de traidores, pero ¿traidores a qué? ¿Traidores al Capitolio? ¿Qué han hecho tan grave para que el Capitolio los castigue así? ¿Saltarse la ley? ¿Intentar llegar a otro distrito? ¿O hay algo más, algo que el capitolio quiere ocultarnos?

“Qué más da, una chica como yo nunca lo descubrirá. Además, ya tengo suficiente con mi destino que no es mucho mejor que el suyo. Tengo dos opciones; o morir en la arena o dedicarme a entrenar tributos toda mi vida, lo que significa ver morir a uno de ellos todos los años, cuando no a los dos.”- piensa Maud cuando ya está totalmente preparada para la cena. Luego se mira en el espejo y decide que ya es hora de reunirse con los demás.

Cuando sale están ya todos sentados, aunque no han empezado todavía a comer. Se sienta al lado de su estilista y disfruta de los manjares que hay en la mesa mientras escucha como Elrond y Katrina conversan animados del impacto que causo su traje en el desfile. Maud tiene que admitir que la sorpresa que prepararon sus estilistas en medio del desfile fue una de las mejores ideas que había visto en los juegos. Sin embargo, enseguida se descubrió dándole vueltas al momento en que su mirada se cruzo con la del chico del distrito 4. Nunca le había pasado nada parecido. Esa extraña sensación que la recorría cada vez que recordaba lo sucedido. ¿Qué se supone que le pasaba? Ya había estado con otros chicos antes, chicos que le habían gustado. Claro que, siempre habían sido más mayores. No quería tener que verlos morir en los juegos. Sin embargo, esto era totalmente distinto. Apenas se acordaba de su rostro ni de su aspecto, solo recordaba el hermoso color de sus ojos; ese azul casi trasparente que parecía hundirla en la profundidad del mar, la dejaba sin respiración, y hacia que ella, que nunca había tenido miedo a nada, temblara como un cachorrillo asustado ante la posibilidad de volverlo a ver.  ¿Qué se supone que estaba haciendo? ¿Enamorarse de un chico que iba morir?, o peor aun ¿y si quedaban solo los dos? Tendría que matarlo o él la mataría a ella, y eso no se lo podía permitir. Que sería de sus hermanos si ella moría en la arena.

Agita la cabeza para apartar todos esos pensamientos. Está decidida a ganar y eso es lo único que importa. En ese momento traen una tarta y Maud, a la que le encantaban los dulces y no puede permitírselos casi en ninguna ocasión, comienza a atiborrarse de trozos de tarta. Aitor también parece disfrutar con ella, se llena el plato casi tanto como Maud.

-Vamos a tener que pedir más tarta, o no llegara para todos.- comento Elrond divertido al ver que de la enorme tarta que habían traído los criados, apenas unos minutos antes, ya solo quedaba un trozo pequeño.
Todos se ríen con ganas y Katrina pide que traigan más tarta. Mientras tanto Elrond disfruta del momento y Pierre comenta algo sobre una indigestión.

Cuando todos terminan de comer Maud decide irse a la cama. Se acuesta pronto para poder levantarse despejada al día siguiente. Era el primer día de entrenamiento y tenía que presentar su mejor imagen. Sin embargo, sus esfuerzos son inútiles. No consigue dormir en toda la noche, las pesadillas sobre las arenas anteriores la atormentan sin parar. Asique, al día siguiente, cuando se levanta para ir a los entrenamientos está más cansada que nunca. Se mira al espejo y ve como las ojeras le ensombrecen los ojos de tal forma que parece un zombi.

“Haber que hago ahora”- dice mientras oye unos golpes en la puerta que la avisan de que es la hora de bajar.

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