lunes, 11 de junio de 2012

El tributo del distrito 4








Maud se siente mareada entre tanta gente. Apenas puede atender a lo que dicen los comentaristas sobre el desfile.

-Miren los tributos del uno, están impresionantes con esas gemas esparcidas por la piel y el traje.- dice uno de los comentaristas al otro.

-Si, los del 1 van extraordinarios, pero mira los del 2. Que letales parecen con esos trajes.- responde el otro comentarista animado.

-¡Oh, están estupendos!- exclama asombrado de nuevo el comentarista que hablo primero.- pero no te distraigas o te perderás a los del 4. Míralos, parecen directamente venidos del mar.

Maud empieza a recuperarse de la impresión y se mantiene en su papel de dura, mirando al frente con indiferencia. Sin embargo, al mirar a los espejos que hay por encima de ellos observa como Aitor saluda y sonríe con picardía a la gente del Capitolio. Está representando su papel, y no se le da mal. Está realmente encantador.

-Miren, hay vienen los tributos del 7, están realmente impresionantes vestidos con trozos de corteza y ramas adornándoles. Por fin un traje decente en el 7- dice uno de los comentaristas.

-Olvídate de los del 7 y observa a los del 10. Dan verdadera pena vestidos así. Parecen vacas lecheras.- dice el otro, y los dos se parten de risa.

Maud está nerviosa, faltan solo dos distritos por salir y pronto tendrán que ver qué es lo que les han preparado sus estilistas. El último comentario sobre el distrito 12 la trae de nuevo a la realidad. Es el momento.

-Y ahora el momento que todos habíamos esperado. Ahí vienen los tributos del 12. Observen esa belleza masculina. El mismo dios Apolo estaría celoso de él.- dice dramatizando el momento con un suspiro, mientras el otro comentarista asiente convencido.

Maud mira a Aitor y este asiente. Dudan un momento y luego se abrazan. Maud esta incomoda con la proximidad de Aitor; su olor la abruma y aunque tiene la mirada fija en su cuello hasta ese trocito de la piel de Aitor la hace respirar aceleradamente. Aitor no le gusta, pero al fin y al cabo el es un chico, y es uno muy atractivo. Finalmente levanta la vista, observa su reflejo en el espejo y exclama:

-¡Aitor, míranos! ¡Estamos extraordinarios!

Y es cierto. Los dos trajes se han unido en uno solo y los trozos de cortezas, ramas y hojas parecen cambiar de posición formando un traje nuevo. Es increíble pero ya no parecen dos personas juntas, si no que más bien lo que parecen es un árbol. Si, un árbol. Uno de esos árboles que abundan en su distrito. Y lo mejor es que de las ramas que adornaban sus cabezas caen hojas que los bañan durante el resto del trayecto. Los dos están realmente impresionados, y no son los únicos: los habitantes del capitolio les silban, los aclaman y les tiran rosas. Incluso los comentaristas han dejado de lado a todos los demás tributos, y ahora, impresionados, se preguntan cómo han conseguido hacer semejante cosa sus estilistas. Sin duda el desfile no habría podido salirles mejor.

En cuanto llegan al círculo del centro de la ciudad se separan. Maud se siente confundida, por un lado está emocionada; han causado una buena impresión, y también está más cómoda ahora que se ha separado de Aitor, pero por otro lado ya siente nostalgia; la piel de Aitor al contacto con la suya era realmente agradable. Agita la cabeza para librarse de esos pensamientos y entonces lo ve:

El chico del distrito 4 la está mirando. Ella, sin dudarlo, lo mira con dureza para incomodarlo. Sin embargo, al cruzarse con su mirada, su expresión se ablanda y queda atrapada, incapaz de moverse ni de dejar de mirarlo. Sus ojos azules le hipnotizan de una forma sorprendente y parece que a él le pasa exactamente igual. Durante unos segundos nada sucede, parece que ninguno está dispuesto a romper la conexión que los une en esos momentos. Luego, el comienzo del discurso del presidente Snow los hace volver a la realidad y los dos apartan la mirada a la vez, aunque ninguno atiende al discurso. A pesar de haber dirigido la mirada hacia Snow parecen haberse quedado atrapados en el tiempo, en ese momento en que sus miradas se cruzaron… y no parecen poder ni querer salir de él. 

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